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miércoles, 22 de agosto de 2012

NUCLEO PROBLEMICO 1. Proceso del conocimiento en el hombre.

PROBLEMAS
CONOCIMIENTOS
PREGUNTAS GENERADORAS

¿Cómo se da el proceso del conocimiento?

    Antropología.

¿Cómo explicar el proceso de construcción cognitiva del conocimiento?

¿Cuál es el conocimiento empírico?
Ontología y epistemología.
¿Cómo se obtiene el conocimiento empírico?
¿Qué se entiende por conocimiento objetivo?

Antropología filosófica.

 ¿Cómo se obtiene el conocimiento científico?


INTRODUCCIÓN 

El hombre posee la capacidad de conocer intelectualmente, pero esto es apenas obvio. El hombre tiene también la capacidad de conocer discursivamente. Que el hombre conoce es un hecho; pero no conoce de cualquier manera: lo hace gradualmente. El conocimiento es una tarea esencial para el hombre y hace parte del desarrollo integral del individuo. Si en algo podemos situar la grandeza del ser humano es precisamente en su capacidad de conocer, en su afán de saber (“Homo naturaliter scire desiderat”, sentenció Aristóteles). 

Por naturaleza el hombre se dirige al mundo que lo rodea, lo interroga, busca interpretarlo, conocer las leyes que regulan sus procesos. Las cosas despiertan la admiración y el interés del hombre y frente a ellas el hombre trata de dar respuestas aunque no siempre sean adecuadas. 

El conocimiento es por tanto obra de la experiencia del hombre, de la forma como se relaciona con las cosas y de la manera como se interrelaciona con los demás hombres; por ello, el conocimiento es inconcebible sin el lenguaje; es el producto de la interacción del hombre con su medio. 

Aunque en principio se habla del conocimiento como una reproducción conceptual de la realidad, hay que indicar que se trata más bien del proceso crítico mediante el cual el hombre va organizando el saber, su concepción del mundo, y lo va dotando de ciertas características que resultan, en primera instancia, de su experiencia personal. 

El conocimiento es un proceso por el cual el hombre refleja en su cerebro las condiciones características del mundo circundante; sin embargo, éste no es un reflejo simple, inmediato y completo, y opera en ese proceso la interacción dinámica de tres elementos en desarrollo y movimiento: la naturaleza, el cerebro humano y la forma de reflejo del mundo en el cerebro humano (los conceptos, las leyes, las categorías). El origen del conocimiento está en la misma actividad práctica del hombre: cuando éste entra en relación con la naturaleza y la sociedad, tiene la posibilidad de aprehenderlas. Esto significa al mismo tiempo que todas las ideas del hombre son extraídas de la experiencia y constituyen reflejos falsos y verdaderos de la realidad. 

Nuestras posibilidades de conocimiento son, sin embargo, trágicamente pequeñas. Sabemos muy poco y aquello que sabemos lo sabemos la mayoría de las veces superficialmente, sin gran certeza. La mayor parte de nuestro conocimiento es solamente probable. Existen certezas absolutas, incondicionadas, pero éstas son raras. 

1 EL FENÓMENO DEL CONOCIMIENTO 

Lo que es esencial es que el conocimiento constituye una relación entre un sujeto que conoce y un objeto que se deja conocer; la función del sujeto es aprehender al objeto; la del objeto ser aprehensible y aprehendido por el sujeto; pero además dicha relación involucra y es dependiente de procesos sociales, de factores y circunstancias que influyen en el mayor o menor grado de profundidad de aquella realidad que pretendemos conocer y transformar. 

Vista desde el sujeto esta aprehensión se presenta como una salida de éste fuera de su propia esfera para invadir la esfera del objeto y capturar sus propiedades. Sin embargo, el objeto no es arrastrado dentro de la esfera del sujeto, sino que permanece trascendente a él. No es en el objeto sino en el sujeto que algo cambia por obra de la función del conocimiento. En el sujeto surge una cosa que contiene las propiedades del objeto: es la “imagen” del objeto. 

Visto desde el objeto , el conocimiento se presenta como una transferencia de las propiedades del objeto al sujeto. Al trascender del sujeto a la esfera del objeto corresponde un trascender del objeto a la esfera del sujeto; ambos, son solo distintos aspectos del mismo acto, pero en el segundo caso el objeto invade la esfera del sujeto y predomina sobre él; el objeto es el ente determinante, el sujeto el determinado. 

El conocimiento puede definirse, por ende, como una determinación del sujeto por el objeto . Pero lo determinado no es el sujeto y simplemente, sino tan sólo la imagen del objeto en él. Esta imagen es objetiva en cuanto que lleva en sí los rasgos del objeto, y siendo distinta de éste, se halla de cierto modo entre esos dos términos (sujeto y objeto). La imagen constituye pues el instrumento mediante el cual el sujeto cognoscente aprehende su objeto. 

Puesto que el conocimiento es una determinación del sujeto por el objeto, se puede decir que el sujeto se conduce receptivamente frente al objeto. Esta receptividad no significa sin embargo pasividad. Por el contrario, se convierte en una actividad y espontaneidad del sujeto hacia la imagen del objeto, engendrada por la conciencia de aquel. La receptividad frente al objeto y la espontaneidad frente a la imagen de éste, por parte del sujeto, son perfectamente compatibles. 

El concepto de la verdad se relaciona estrechamente con la esencia del conocimiento. Verdadero conocimiento es tan solo el conocimiento verdadero; un “conocimiento falso” no es propiamente conocimiento, sino error e ilusión. Pero, en qué consiste la verdad del conocimiento? Según parece, debe radicar en la “concordancia de la imagen con el objeto”. Un conocimiento, pues, es verdadero, si su contenido concuerda con el objeto mentado. El concepto de la verdad, es según esto, el concepto de una relación: la relación del contenido del pensamiento, de la “imagen”, con el objeto. Este objeto, en cambio, no puede ser verdadero ni falso; se encuentra, en cierto modo, más allá de la verdad y la falsedad. 

2 ¿ES EL CONOCIMIENTO UN PROBLEMA? 

No lo parece así, a primera vista, ya que estamos tan habituados en la vida cotidiana, en todo lo que decimos o pensamos, a manejar una cantidad tan grande de conocimientos que, por eso el conocimiento se nos presenta como algo inmediato, como lo que se sabe acerca de nuestro mundo, como algo natural, que casi no cuesta esfuerzo adquirir1

Todos sabemos que la tierra es esférica, que Colón arribó a América un 12 de Octubre de 1492; lo dicen los manuales escolares y los periódicos, lo repite la gente, nadie intenta negarlo. Pero nuestra perspectiva cambia radicalmente si, de pronto, hacemos una sencilla pregunta: ¿Cómo es que sabemos esto? ¿Cómo sabemos que es verdad, si no lo hemos comprobado directa y personalmente? Y aún más, si lo comprobáramos en apariencia, ¿podríamos estar seguros de lo que vemos, vimos o sentimos? Es entonces en este punto donde podemos vislumbrar que existe un problema alrededor de lo que es el conocer, el saber algo acerca de los objetos que nos rodean y acerca de nosotros mismos. Y este problema radica fundamentalmente en que (los seres humanos) el hombre necesita para desarrollar su vida y responder a sus inquietudes, de un conjunto amplio de conocimientos. Pero, por otra parte, la verdad no se muestra directa y llanamente a nuestra percepción: debe ser buscada, encontrada mediante la indagación, cuyo referente son los mismos objetos de los que intentamos conocer algo. 

Debe hacerse entonces distinción respecto a lo siguiente: No hay que confundir una afirmación (cierta o falsa, no importa en este caso) respecto a un hecho o a un objeto, con el proceso mediante el cual se ha obtenido el conocimiento que sustenta a dicha afirmación. 

3 ORIGEN DEL CONOCIMIENTO 

Si formulamos el juicio: “el sol calienta la piedra”, lo hacemos con base en ciertas percepciones. Vemos como el sol ilumina la piedra, y tocándola constatamos que se calienta. Para formular este juicio nos apoyamos pues, en los datos de nuestros sentidos –la vista y el tacto- o sea en la experiencia. Pero nuestro juicio presenta un elemento que no está contenido en la experiencia, pues no dice meramente que el sol ilumina la piedra y que ésta se calienta, sino que afirma, implícitamente, que entre estos dos procesos existe una conexión íntima causal. La experiencia nos revela que un proceso sigue al otro; es causado por el otro. 

El juicio “el sol calienta la piedra” presenta, según esto, dos elementos: el uno procede la experiencia, el otro del pensamiento. Ahora, cuál de estos dos factores es decisivo? ¿Se apoya la conciencia cognoscente de forma preferencial, o incluso exclusivamente, en la experiencia o en el pensamiento? ¿De cuál de las dos fuentes de conocimiento saca sus contenidos? 

La cuestión del origen del conocimiento humano puede analizarse desde varias concepciones: el racionalismo, el empirismo, el intelectualismo y el apriorismo. Sin entrar en profundizaciones, solamente distingamos de manera muy sintética estas cuatro posiciones. (Ver figura 1).

Figura 1. El proceso del conocimiento. 

El Racionalismo 

Ve en el pensamiento, en la razón, la fuente principal del conocimiento humano. Según esto, un conocimiento solo merece este nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Cuando nuestra razón juzga que una cosa tiene que ser así, y que no puede ser de otro modo, que tiene que ser así, por tanto, siempre y en todas partes, entonces, y solo entonces, nos encontramos ante un verdadero conocimiento. Un tipo de este conocimiento se ofrece por ejemplo en el juicio: “el todo es mayor que la parte”, o en el juicio: todos los cuerpos son extensos”. Cosa muy distinta sucede con juicios como: “todos los cuerpos son pesados”, o “el agua hierve a 100 grados”; estos juicios no tienen necesidad lógica y así mismo les falta la rigurosa validez universal; son válidos hasta donde hemos podido comprobarlo, es decir, dentro de límites determinados; la razón es que en estos juicios nos hallamos atenidos a la experiencia. 

El Empirismo 

Opone a la tesis del racionalismo la antitesis de que la única fuente del conocimiento humano es la experiencia. En opinión del empirismo, no hay ningún patrimonio a priori de la razón. El espíritu humano está por naturaleza vacío; es una tabla rasa, una hoja de escribir y en la que escribe la experiencia. Todos nuestros conceptos, incluso los más generales y abstractos, proceden de la experiencia. Mientras el racionalismo se deja llevar por una idea determinada por una idea de conocimiento, el empirismo parte de los hechos concretos y para justificar su posición acude a la evolución del pensamiento y del conocimiento humanos. Mientras los racionalistas proceden de la matemática las más de la veces, los defensores del empirismo proceden casi siempre delas ciencias naturales. Ello es comprensible. En las ciencias naturales la experiencia representa el papel decisivo. En ellas se trata, sobre todo, de comprobar exactamente los hechos mediante una cuidadosa observación. El investigador está completamente entregado a la experiencia. Es muy natural que quien trabaje preferentemente o exclusivamente con arreglo a este método de las ciencias naturales, propenda de antemano a colocar el factor empírico sobre el racional. 

El Intelectualismo 

Esta posición epistemológica media entre el racionalismo y el empirismo y reconoce que ambos factores tienen parte en la producción del conocimiento. El intelectualismo con el racionalismo que hay juicios lógicamente necesarios y universalmente válidos, y no sólo sobre los objetos ideales, sino también sobre los objetos reales. Pero mientras que el racionalismo consideraba los elementos de estos juicios, los conceptos, como un patrimonio a priori de nuestra razón, el intelectualismo los deriva dela experiencia. 

Según el intelectualismo, la inteligencia saca sus conceptos de la experiencia; su axioma fundamental es: “nada hay en el intelecto que no haya pasado primero por los sentidos”. Aunque el empirismo ha invocado repetidamente este axioma, el intelectualismo afirma justamente lo contrario. Además de las representaciones intuitivas sensibles, hay, según él, los conceptos. Y en cuanto contenidos de conciencia no intuitivos, los conceptos son esencialmente distintos de las representaciones, pero están en una relación genética con éstas, supuesto que se obtienen de los contenidos de la experiencia.

El Apriorismo 

También aparece como un intento de mediación entre el racionalismo y el empirismo. Sin embargo, el apriorismo define la relación entre la experiencia y el pensamiento opuestamente a como lo hace el intelectualismo; nuestro conocimiento presenta elementos a priori, independientes de la experiencia, lo cual era también opinión del racionalismo; pero, mientras éste consideraba los factores a priori como contenidos, como conceptos perfectos, para el apriorismo estos factores son naturaleza formal. No son contenidos, sino formas del conocimiento. Los factores a priori semejan recipientes vacíos, que la experiencia llena con contenidos concretos. El factor a priori no procede de la experiencia sino del pensamiento, de la razón; el pensamiento no se conduce receptiva y pasivamente frente a la experiencia, sino espontánea y activamente. 

4 LA PRÁCTICA, BASE DEL CONOCIMIENTO Y CRITERIO DE VERDAD 

El conocimiento humano se origina en la práctica misma. El conocimiento sobre la tierra y las plantas, sobre las propiedades de los alimentos y la industria está en las diversas necesidades y en la actividad que el hombre realiza para buscar las diversas soluciones. El asunto pues está en relación con la comprobación práctica del conocimiento. Y el hombre comprueba que el conocimiento es verdadero o falso al confrontarla con la práctica, para ver si resulta coincidente con los resultados que esperaba. Con su práctica el hombre demuestra la corrección objetiva de sus ideas, conceptos, conocimientos, ciencia. 



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